AVISO

TODO lo que aquí se puede leer es FICCIÓN, cualquier parecido a la realidad será mera coincidencia, los nombres, lugares, momentos y demás, son pura invención del autor.

Quedan avisados.

sábado, 1 de diciembre de 2012

Yo nací el día que estalló Chernobyl

Yo nací bajo la estela fúnebre de Chernobyl, las nubes tóxicas fue lo primero que vi al abrir los ojos.

Bajo un sol naranja de medianoche, yo nací en la primavera del 86 en Pripiat  y según me arrancaron del vientre de mi madre di la primera bocanada de óxido de europio, esa noche los jinetes de la desolación levantaron el viento radiactivo que transporta la muerte.

Desde entonces, todos los nacidos portamos un bronceado nuclear, la boca nos sabe siempre a metal, bajo el silencio dañino de los gobiernos, debemos ser la última generación antes del apocalipsis atómico, provenimos del ojo del infierno anunciando el fin de la vida en la Tierra, gracias al 4º reactor nuclear, modelo soviético RBMK1000

El Yodo 131 se aloja en nuestras glándulas tiroides, las plantas confunden el Xenon 133 con el oxígeno, el Cesio 137 está impregnado en todo lo que comemos, nuestros huesos asimilan el Estroncio 90 en vez del Calcio y gracias al Plutonio 239, el más cruel y asesino de los dioses , no podremos habitar esta tierra enferma hasta dentro de 35.000 años.

Jóvenes reclutados como likidadores luchan contra un enemigo invisible que todo lo atraviesa,  intentan evitar la catástrofe mundial arrojando escombros a la grieta tóxica de la muerte, pero sus órganos se disuelven tras un simple delantal del plomo, se desvanecen en pocos minutos tras soportar la dosis letal de 10.000 roetgens ¿¡Cómo un enemigo tan invisible puede fulminar la vida de esta forma!?

No se puede utilizar ningún tipo de máquina o mecanismo para esta tarea, la alta radiación hace que no funcione nada,  ni las cámaras podrán recoger imágenes de la catástrofe,  no funcionan los coches ni el teléfono, los helicópteros militares que se atreven a acercarse a esta ratonera fatal caen como si fueran gigantes metálicos inertes.  es inimaginable el daño que puede causar a un ser vivo.

La lluvia venenosa atraviesa a los hombres inútilmente enmascarados, el sacrificio será desconocido por toda la humanidad, chicos mueren intentando taponar el pozo que grita, sus cadáveres desechos, sin funeral ni ceremonia.

En la mirada de los likidadores ya está la huella siniestra de la hecatombe , realizando coreografías precisas y macabras en la azotea de la central dan su vida,  por salvar el mundo.

A paladas separan la vida de la muerte, la desigual batalla entre el hombre y el átomo, el insignificante David, contra el vaporoso y tétrico Goliat ¿¡Cómo cerrar el cráter del averno!? Si en tan solo 10 segundos reciben la dosis letal que oscurece su piel  y le convierte en un simple objeto altamente radiactivo, un saco de piel marrón anaranjada del que emana veneno, que debe ser aislado;  el enemigo es tan letal como desconocido y poderoso.

Los cuerpos de estos jóvenes, héroes y victimas, serán sepultados en ataúdes de zinc tras toneladas de hormigón  nadie sabrá sus nombres ni sus hazañas, todos los niños nacerán con el cruel legado de la radiación , algunos morirán a las 4 horas y otros serán abandonados y abarrotarán orfanatos de chicos malformados.

Nos cambiaron la patria por el cáncer, los likidadores, no saldrán en libros de historia, sus muertes recordarán siempre la injusticia del hombre que quiso ser dios.

Beberemos agua negra, tendremos hijos deformados y nuestro símbolo sera la hoja del Ajenjo rociada por la lluvia amarga del carburo de uranio, el aroma metálico del Cesio 137 ocultará el de las flores durante milenios y la letanía de Chernobyl será para siempre nuestro himno.

Millones de niños se bañarán con el agua ácida cargada de isótopos y nucleidos radiactivos, la zona de exclusión será nuestra patria y las de 40 generaciones posteriores, nuestras tradiciones serán: las mutaciones, el cáncer de hígado, el de tiroides, la leucemia... Tenemos en el rostro el brillo espectral de ser los hijos de Chernobyl, donde el diablo abrió una rendija.

Burbujean y colisionan dentro de nosotros las partículas subatómicas y demoníacas, habitamos bajo una cúpula dañina, y descansamos en camas enfermas en la zona muerta, y por la mañana al toser, escupimos trozos de pulmones que nos recordarán siempre que nacimos 

bajo la estela fúnebre de Chernobyl.